Vierunddreißig.


Eran las 21:00. Ella, se dirigia corriendo a su casa, su padre la habia llamado unas 15 veces, deberia estar hechando humo por las orejas. Llego a su casa y abrio indecisa la puerta, probablemente, sabia lo que la esperaba al segundo de cruzar esa puerta.


- ¿Se puede saber donde coño estabas? -Alzó la mano y le dio un bofetón.
- Lo... siento, yo.. no habia escuchado el movil, he venido en cuanto he visto las llamadas. -Se llevo una mano a la mejilla y reprimio las lagrimas.
- Llevo muerto de hambre una puta hora, ¿Te crees que puedes tenerme así? Seguramente estabas muy ocupada zorreando con tus amiguitos. -La cogio con fuerza del brazo y la llevo hasta la cocina. Le dió un empujón y está cayó al suelo de rodillas. Ya sabes lo que tienes que hacer, puta.


Ella, se quedo tirada en el suelo, mientras un par de lagrimas le resbalaban por las mejillas, se incorporó como pudo. ¿Hasta cuando iba a tener que aguantar todo eso? Suspiró. Preparo corriendo la cena y fue hacia el salón a avisarle.
- Esto... -Dió unos toques en la puerta y su padre miro hacia atras. Puedes ir a cenar, eh... la cena esta lista y te he puesto la mesa. -Agacho la cabeza y apreto los puños con fuerza.
- Ya era hora, incluso la idiota de tu madre lo hubiera hecho más rapido. -Se levantó del sofá y cuando paso por el lado de ella la empujo, riendo. Acompañame, no me gusta cenar solo. -Le hizo una seña con la mano y ella le siguió hasta la cocina, colocandose de pie al lado de la mesa.
Vió como él se metia el primer trozo de bistec en la boca, y acto seguido, puso una mueca de asco.
-  ¿Porqué coño nunca haces nada bien? -Cogió el plato y con brusquedad se lo tiró a la cara. Gracias por joderme la cena, maldita estupida. 


Con lagrimas en los ojos, se agachó y recogió los pedazos de plato que estaban rotos y esparcidos por el suelo. Los tiró a la basura y se dirigió al baño. Abrió el armario y cogió el bote de agua oxigenada y un par de algodones. De nuevo, le habia roto el labio y le chorreaba sangre de la nariz. Se curó como pudo, pues las manos le temblaban muchisimo, guardo todo lo que habia usado y tiró los algodones a la basura.

Este era su día a dia, jamás le desearia a nadie que pasara por semejante situación, ni siquiera a la gente que más odiaba. 
Y otro día más, en el que nadie la ayudaba a salir de toda esa tortura diaria.

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