Neun.




Suena el despertador. Son las 9:00 de la mañana y ella siente que no ha dormido ni siquiera 3 horas. Apaga como puede la alarma y vuelve a envolverse en las sabanas, esperando poder dormir aunque sea una hora más. Cierra los ojos, notando como el sueño puede con ella, pero de repente entra alguien en la habitación, haciendo demasiado ruido para su gusto. Se da la vuelta y allí esta su madre, levantando la persiana y gritándole, como cada mañana.
Se levanta sin ganas y se dirige hacia el baño, abre el grifo del agua, y se empapa la cara. Se queda varios segundos mirando su rostro en el espejo y suspira, coge la toalla y suavemente se seca todo el agua que cae por su cara. Va hacia la cocina y desde el pasillo huele el olor que tanto le gusta, el café, es adicta a él, a su olor y a su sabor, coge su taza con un par de tostadas recién hechas y se va hacia el salón. Enciende la tele, esperando ver algo de su agrado pero como siempre, no hay nada que le guste, la apaga 10 segundos más tarde y se deja caer en el sofá. Se acurruca, respirando la paz que en ese momento hay en la casa, no hay ruidos, ni gente discutiendo, ni el sonido de fondo de la tele, hasta las obras parecen no escucharse esa mañana, pero algo interrumpe toda esa paz que ella estaba sintiendo, escucha como su madre y alguien más hablan de ella, deja el café sobre la mesa e intenta agudizar todo lo que puede el oído.


-Yo no aguanto más esta situación, su mal carácter me pone de los nervios.
-Hace tiempo que llevo diciéndotelo, no tienes porque seguir aguantando esta situación.
-Pero ella… antes no era así, ¿Qué ha pasado para que haya cambiado tanto? De verdad mamá, no lo entiendo…
-Debes darle una lección, si no nunca aprenderá, es tu hija y tu sabrás que es lo que tienes que hacer.
-Se va a ir de esta casa inmediatamente, no la quiero más aquí, lo único que hace es estorbar y yo no tengo necesidad de aguantarla.


Y en ese momento, ella deja de escuchar, todo lo que hay a su alrededor deja de existir y nota como las lagrimas caen por su mejilla, corre hacia el baño tirando todo lo que encuentra en su camino y se encierra. Rebusca en todos los cajones, buscando algo con lo que evadirse de todo, ella sabía lo que tenía que hacer, no era la primera vez que iba a hacerlo y probablemente no sería la última. Encuentra lo que estaba buscando y se apoya contra la puerta del baño. Se levanta las mangas de su pijama, notando como sus manos no paran de temblar, dirige lo que anteriormente había sacado del cajón y lo pasa varias veces por sus muñecas, por todo el brazo, sin piedad, aprieta todo lo fuerte que puede y nota como la sangre empapa toda su ropa, descendiendo rápidamente por sus brazos.
Y allí se queda, con los ojos cerrados, empapada de lágrimas y sangre, sabiendo que las personas que están tras esa puerta nunca sabrán lo que ha ocurrido y seguirán machándola día tras día, sin importarle lo que a ella tanto puedan dolerle las cosas que dicen sobre ella. A ella ya no le duelen las heridas que ella misma se provoca, solo le duelen las palabras que ha escuchado de la boca de la persona que más quiere en la vida, por la que ella incluso daría su vida sin pensarlo, por la que mataría.
Esa persona no se da cuenta que ella lo único que necesita es un abrazo, una caricia… Ella solo pide a gritos un poco de cariño, pero al parecer nadie quiere escucharla.




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